La asociación de trabajadores de prisiones Tu Abandono Me Puede Matar – TAMPM, tras una…
Soy periodista. Y a mucha honra.
Hoy es el día de las personas que nos dedicamos al Periodismo. Así que quiero expresar mis más sinceras felicitaciones a todos aquellos que habéis decidido desarrollarse profesionalmente en esta ardua labor. Y, por supuesto, os mando mucho ánimo porque corren tiempos difíciles para todos nosotros.
Normalmente, y más aún desde la pandemia, los periodistas somos criticados, cuestionados y vapuleados por una parte de la población que nos tiene como manipuladores y mentirosos. Obviamente, olvidan que sin nosotros mucha gente no tendría voz. No la tendrían los enfermos que reclaman una Sanidad más eficiente y rápida. Ni tampoco las personas inmigrantes, cuyas vidas corren peligro mientras intentan huir de su país en una patera. O atravesando fronteras para no ser víctimas de guerras. Evidentemente, tampoco tendrían un lugar para expresarse quienes han sufrido las consecuencias de actuaciones negligentes de las Administraciones Públicas o el retraso del Poder Judicial a la hora de impartir justicia. Y mucho menos las personas que intentan sobrevivir en la calle, olvidadas por Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y el Estado. Ni las víctimas de maltrato o los animales abandonados.
Y, por supuesto, tampoco tendrían voz los trabajadores que son explotados laboralmente por un gran número de empresarios. Ante esto, he de decir que nosotras y nosotros, los periodistas, formamos parte, con gran frecuencia, de esos profesionales que no disfrutan de condiciones laborales acordes con su puesto, formación y experiencia.
Intrusismo imparable en la profesión
Hace poco más de 2 meses, uno de los diarios líderes de nuestro país, publicaba un artículo sobre la nefasta situación del sector periodístico en la actualidad. Y no es algo puntual u ocasional. Al contrario, esto viene siendo la tónica habitual desde hace más de una década. O de dos.
No voy a hablar de número de parados, ni de estadísticas o similares. Pero sí cabe recalcar que gran parte de nuestro sector está en decadencia por el creciente intrusismo que existe en la profesión. No es raro ver a concursantes de diferentes «realities» o «influencer» trabajando como «opinionistas» en programas de televisión de máxima audiencia. Antes, su participación era prácticamente exclusiva en los programas del corazón. Sin embargo, desde hace ya años se atreven a debatir sobre temas de actualidad, como política, leyes, economía o problemas sociales. Y cobrando sueldos que jamás cobraría un periodista. Por no hablar de los «enchufes» que hay en el ámbito periodístico, lo que provoca que veamos artículos escritos por «hijos e hijas de no sé quién» que hacen sangrar los ojos de muchos. Estamos en un momento que «cualquiera puede ejercer como periodista o comunicador». Importa más la imagen o el número de seguidores que tengan en redes que su formación, trayectoria o profesionalidad.
¿Os imagináis que cualquiera pudiera trabajar como médico o abogado? ¿Sin tener titulación? ¿Sin experiencia profesional? No. Además, no posible legalmente, puesto que tienes que ser Graduado o Diplomado y estar colegiado/a. Pero para ser periodista ya no suelen exigir unos mínimos. De hecho, los mínimos solo los tienen en cuenta a la hora de pagarte.
Precariedad laboral, sueldos bajos y falsos autónomos
Sé que con este artículo me tiraré piedras sobre mi propio tejado y sea más difícil para mí volver a trabajar como periodista. Prácticamente, llevo dos años en paro. No obstante, yo elegí estudiar la carrera de Comunicación por vocación. Porque desde bien jovencita quería ser periodista. Lo tenía clarísimo. Quería promocionar la Cultura, el Deporte y, sobre todo, ayudar a personas a tener un lugar donde reivindicar sus derechos. Cierto es que este sueño lo he cumplido solo a medias, porque la realidad es que cuando entras a trabajar en un medio de comunicación, no siempre puedes contar lo que quieres. Y gran parte de la sociedad te critica por ello. Al redactor o a la redactora critican, que no es más que un asalariado (con suerte), como de cualquier otra empresa. Aunque eso es otra historia y da para un libro, más que para un artículo.
Empecé de prácticas como reportera de Televisión Local hace ya casi 15 años. Recuerdo lo ilusionada que estaba, porque además me cogieron en la sección de Cultura y me pasaba el día haciendo entrevistas a artistas, a actores y promocionando actividades culturales de la provincia. Sin cobrar claro, pero súper feliz.
Como estaba con las prácticas de la carrera, no le di importancia a lo de no cobrar. Lo vi algo normal. Lamentablemente, lo de «no cobrar» se fue convirtiendo en algo más que puntual a lo largo de los años. Diferentes medios te ofrecían «trabajo» diciéndote cosas como: «No te vamos a pagar, pero te sirve para coger experiencia y promocionarte». No creo que cuando llegue un fontanero o un albañil a su casa, les digan lo mismo. O cuando van a la peluquería o contratan los servicios de un asesor. El caso es que parece que con el «periodismo» todo vale.
Fueron muchos medios en los que estuve «trabajando» como colaboradora. O sea, sin cobrar. Eso sí, con la promesa de que más adelante tendría un puesto remunerado estable. Nunca cumplieron lo prometido. Obviamente, hay excepciones, hay directores/as de medios de comunicación muy profesionales y con ética, pero son unos cuantos los que tienen a personal «sin cobrar» o de «falsos autónomos». Sí, porque luego llegó lo de «trabajas solo para mí, pero te pagas el autónomo».
Muchas personas de mi entorno no entendían que aguantara ese tipo de condiciones laborales; pero cuando eliges una profesión por vocación, aceptas menos de lo que mereces y de lo que dicta la ley. A lo largo de estos 15 años he estado en diferentes medios de comunicación y en diversos formatos, como prensa escrita, digital, televisión y radio. Y solo en uno tuve unas condiciones laborales que se acercaban a lo que estipula el convenio de trabajadores del sector. Repito, solo en uno. Y mi nómina era de dos categorías inferiores a la que me correspondía por estudios académicos y experiencia. De hecho, me despidieron por pedir, después de año y medio, el salario que me correspondía por ley.
Obviamente, con esos puestos «no remunerados», salarios bajos o pagando yo misma mi autónomo, tuve que buscarme la vida y reinventarme dentro del sector de la Comunicación. Es decir, en 15 años no he podido vivir solo del Periodismo. Siempre he tenido que compaginarlo con otros trabajos para poder llegar a final de mes. Y no porque el salario del convenio sea muy bajito, sino por lo que ya he explicado anteriormente. Muchos te ofrecen trabajar gratis, o con sueldos de auxiliar o pagándote tú la cuota de autónomo, la gasolina, el móvil…
Insisto en que no son todos los medios de comunicación, pero sí muchos. Y esa es una parte de la cruda realidad de quienes nos dedicamos a esta bonita y necesaria profesión, y a la vez tan dura y poco valorada.
Con este artículo lo que pretendo es aportar un poco de luz a esa oscuridad que pintan a nuestro alrededor algunas personas. Así cuando les entren las ganas de lanzar veneno contra nosotros, reflexionen sobre las veces que trabajamos sin cobrar, más horas de las que nos pagan, sin horario definido y sin estabilidad laboral. Eso sí, con mucha ilusión e interés por ayudar y contar la verdad. O, al menos, la parte que nos dejan.
Somos la voz del pueblo. Aunque algunos medios hayan elegido ser la voz de determinados partidos políticos. No matemos a todos los mensajeros por unos pocos.
A pesar de todo lo expuesto, soy periodista. Y a mucha honra.
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